La esperanza de vida se ha elevado de forma considerable en las últimas décadas, lo que hace que las personas mayores dispongan de más tiempo de ocio para disfrutar de su jubilación.
Se inicia una etapa en la cual pueden realizar todo aquello que no han podido hacer a lo largo de tantos años laborales: gimnasia, yoga, natación, bailes de salón, informática, voluntariados, viajes…Los centros de día a lo largo de toda la geografía española, están recibiendo una gran demanda de actividades de ocio para este colectivo.
La imagen del mayor como “viejo” deja paso a unas personas que representan todo un ejemplo de realización personal y ayuda a los demás, que sobresale en unos tiempos en el que los valores éticos y morales están desapareciendo; porque la jubilación, pese a que muchos se empeñen en decir lo contrario, puede ser sinónimo de actividad.
En los últimos años, la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral ha obligado a una redefinición de las relaciones entre los abuelos y los nietos. Los abuelos (ya jubilados) se han convertido en importantes agentes educativos de nuestros hijos, sin embargo, en muchos casos, su tarea no está valorada. Después de criar a sus propios hijos, son ancianos y ven como deben ocupar ese antiguo papel, esta vez, con sus nietos. Los abuelos se han convertido en parte del día a día de los niños. Ejercen responsabilidades concretas. Esta nueva dimensión los saca de su antiguo papel de ancianos venerables para convertirlos en educadores, compañeros de juego, confidentes…
Además de esta presencia, la crisis hace reaparecer otra variable económica que determina nuevas formas de relación específicas: los abuelos como soporte financieros de los padres, o por el contrario, como adultos dependientes del cuidado de sus nietos.
Artículo publicado en Portal voz
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