26.4.09

Los recursos no lo son todo


Los recursos no lo son todo
No sé durante qué año exacto de la década de los 90 pude apreciar una obra de teatro escolar sin recursos. Fue en la Escuela Superior de Comercio “Libertador Gral. San Martín” en Rosario, Argentina. Allí fui espectadora de un espectáculo que, pese a contar con un casi inexistente atrezzo, suplía estas carencias con ingentes cantidades de creatividad.
Ni siquiera me viene a la memoria el título de la obra y menos aún el nombre del autor, aunque tengo muy presente quién era el profesor de aquella clase: Alejandro Pérez Leiva.
Los recursos estaban en el aula: escritorios, carpetas, sillas y folios. ¿Los actores?: alumnos sin disfraz interpretando el papel de administrativos. Estos convirtieron el aula en una oficina con compañeros de trabajo, mandos intermedios y directivos.
La escenografía la construía quien relataba la obra que, a la usanza de una voz en off, iba desgranando lo que sucedía en la oficina mientras los actores desempeñaban su labor de fondo.
Este narrador describía el centro de trabajo (que se asemejaba al aula, salvo por las vistas), ya que en la historia, las ventanas daban a un puerto y los trabajadores veían diariamente gente con maletas que emprendían viajes a lugares desconocidos.
Todas las mañanas la misma rutina, las mismas caras, las mismas conversaciones, los mismos ruidos de máquinas de escribir, fotocopiadoras y teléfonos sonando. El trabajo se acumulaba sobre los escritorios.
La suerte de los trabajadores de esa oficina consistía en que solo bastaba girar un poco la mirada, buscando la ventana que daba al puerto, para soñar en emprender ese viaje a lo desconocido, surcando el mar.
Pero una mañana al llegar a la oficina se encuentran con una sorpresa, habían tapado las ventanas con ladrillos y tabiques. De esa forma el trabajador era más productivo al no tener donde escapar, al no tener estímulo para poder soñar con un destino mejor.
De esta forma habría menos absentismos, trabajadores desmotivados y soñadores poco productivos.
Nunca voy a olvidar esta simple obra de teatro, no sólo por su contenido, ideal para el debate, si no por el ejemplo que me ha dejado: el ser consciente de que cuando queremos enseñar o aprender no hay excusas. También cómo la falta de recursos agudiza la imaginación y la creatividad.

Es bueno recordar esto último en tiempos de crisis mundial.
Florencia Moragas para el porta (l) voz-educarte

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